En Anostus no hay noches ni días, sólo una bruma rojiza que envuelve el paisaje. Hay dos ríos, el río del Placer y el del Dolor, en cuyas márgenes crecen árboles venerables. Los árboles del río de Dolor dan frutos que producen pena y el viajero que los pruebe pasará llorando y padeciendo el resto de sus días y morirá del mismo modo. Los frutos de los arboles del río del Placer son todo lo contrario, y el que los pruebe se sentirá libre de sus deseos anteriores. Si alguna vez amó a alguien, olvidará su amor, e iré rejuveneciendo hasta volver a ser el que fue en sus primeros años de vida, muriendo como un niño recién nacido. (Claudio Eliano: Historia varia. Siglos II-III.)
Alberto Manguel & Gianni Guadalupi: Guía de lugares imaginarios. Madrid (Alianza), 2014², p. 46